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Cinco días por el Valle Sagrado

Una guía en primera persona de cinco días para no perderse de nada del vestíbulo de una de las maravillas del mundo, el Machu Picchu.

Al descender del avión, los casi cuatro mil metros de altura sobre el nivel del mar se sienten; en la respiración, en los oídos y en todo el cuerpo, pero nada de ello impide que la adrenalina comience a contagiar cada célula del organismo.

Machu Picchu es una de las maravillas del mundo más visitadas al año y, según locales y viajeros, tiene una antesala imperdible.

DÍA 1

Cusco, la capital histórica de Perú se abre paso a través de callejones adoquinados y pendientes que piden ser caminadas. ¡Click! Se escucha a cada segundo, la cámara no descansa, ella no debe de agitarse. Repleta de iglesias y monumentos que datan de la época del Virreinato es el cuadro soñado.

Cercada por cerros, siempre es buena idea sentarse en la Plaza de Armas a descansar los pies y degustar unos mates frente a la imagen del Inca- paradójicamente ubicado frente a la iglesia de La Compañía de Jesús-.

Incontables agentes turísticos acuden a cada nueva cara extraña, ofreciendo paquetes turísticos para recorrer la ciudad y sus alrededores. Combatir con ellos es una tarea ardua, aunque no imposible.

Lejos del caos turístico, una combi se anuncia a Tambomachay. Ubicado a diez kilómetros del centro, fue un lugar de culto al agua y espacio de descanso para los jefes del Imperio. Sentada en unos de sus cerros, puedo entender perfectamente el por qué: la vista es exquisita desde aquí arriba, las lomas y la arquitectura incaica se fusionan y ofrecen una armonía perfecta.

Postal desde Tambomachay

Comienzo a descender caminando, rumbo a la ciudad. Yacimientos arqueológicos se asoman de tanto en tanto entre la naturaleza seca y amarilla. Puca Pucara y El templo de la Luna son los primeros. Le sigue Qenqo, una construcción prestada a ritos religiosos, formada por laberintos en piedra. Para el deleite final es Saqsaywaman, un antiguo fuerte ceremonial, el encargado de concluir el recorrido.

-Desde aquí puedes obtener la mejor panorámica del Valle – me confirma un seguridad.

No se equivocó.

La caída del sol me acompaña los últimos treinta minutos hasta el centro de Cusco. A la llegada de la Plaza de Armas, la noche extiende su mano. El día culmina aquí luego de un caldo de gallina para batallar la helada nocturna.

DÍA 2

Al día siguiente el sol se hace presente junto a un frío que cala hasta los huesos. A media hora en autobús Pisaq dice presente. Conocida por su observatorio astronómico y su plaza principal que rebosa de colores. Es uno de los sitios arqueológicos más importantes de la zona. El día termina en una fogata junto al Río Vilcanota.

DÍA 3

Tras un amanecer de ensueños, el objetivo del día es continuar desandando esta mística cultura. Con una parada ineludible en Urubamba, llegamos a Ollantaytambo. A opinión de muchos – y mía también- el mejor sitio luego de Machu Picchu.

Con senderos empedrados, rodeada por picos nevados y vestigios incas, “Ollanta”- como le dicen los locales- es una visita obligada. Aquí se palpa perfectamente la increíble planificación urbana de esta cultura ancestral. Perderse por los pedacitos de historia y pasar por su mercado a horas del almuerzo es el plan perfecto.

Pese a que el escenario invita a una estadía interminable, los tiempos apuran. Sin escala, desde Ollantaytambo, montando un colectivo de trabajadores, Santa María es el próximo destino. Pero solo por unos minutos, ya que recorriendo veinte kilómetros más se encuentra Santa Teresa. Famosa por sus aguas termales y clima cálido, imposible negarse a conocerla


DÍA 4

Bajo el fuerte sol peruano, rumbo a Machu Picchu

A la mañana siguiente, con el cuerpo renovado, una caminata hasta la célebre Hidroeléctrica Machu Picchu, resulta más que interesante. El paisaje no tiene desperdicio, acompañada del Río Vilcanota, entre montañas y puentes colgantes, las dos horas de trekking se transforman en un instante.

DÍA 5

Con el sueño cumplido bajo el brazo, Machu Picchu ya tiene su tilde en la lista. Aunque acá no se termina todo. Aún queda un sitio muy particular por visitar: Moray. Nuevamente en Santa María, un colectivo se anuncia a Maras, poblado previo a las ruinas.

Contra de todo pronóstico -por la hora del día- la decisión está tomada: conocer esta especie de anfiteatro agrícola. Un comerciante local decide ayudar a la causa, transformándose en guía turístico momentáneo, recorriendo así los últimos kilómetros. Miles de enseñanzas en la mochila dan cierre a este capítulo. Lo termino agradecida, corroborando la herencia de una cultura milenaria.

Ruinas de Moray
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