Pasaje Abierto

Al viajar, la ecuación suele ser siempre la misma. Del punto A, pasando por B, llegaremos a C. Ahora, ¿qué pasa si B no es tan certero y, por ende, C tampoco? El resultado, de antemano incierto, traerá un sinfín de historias.

Tener al dedo gordo como guía es firmar un contrato con el azar. Cada nuevo conductor nos invitará –incluso sin saberlo– con una galleta de la fortuna. Un nuevo capítulo comienza a rodarse con el frenar de un vehículo.

Parece que son muchas las razones que se nos presentan para dar marcha atrás con el plan. Pero poco se comenta de aquellos ángeles que se detienen sobre el cordón cuneta e invitan a los temporarios vagabundos con un plato de comida, una renovadora ducha, un techo o un necesario abrazo. Conocer el mundo desde la banquina es simplemente un placer.

Desandando rutas ecuatorianas

Como aquella vez en Ecuador, Francisco detuvo su Fiat 147 y sin dudarlo desvió su plan del día hasta su casa para compartir un almuerzo. Comida agradecida luego de medio día de espera con tan solo dos termos de mate en el estómago.

Utilizar el pulgar no conlleva mayores riesgos que cualquier otro medio de transporte elegido. Los resultados irán más allá de lo que se podía imaginar antes de preparar el equipaje. Se los aseguro.

Una vez, en tierras colombianas, una señora me escuchaba atenta –y quizá algo espantada–.  Esa mañana había necesitado de tres conductores para llegar al pueblo donde ella atendía un pequeño bar. Mientras servía café, me aconsejó abandonar la práctica. Sus sentidos hacían caso omiso de la alegría y exaltación de mi relato. Ante la negativa a su recomendación, el tono se elevó a casi un reto:

– ¡M’hija, usted se sube y no sabe con quién va ni quién conduce!

En un acto reflejo salpicado de picardía, le contesté:

Ángeles del camino. Un camionero en Polonia con el que nunca entendimos nuestros idiomas

– Sí, tiene razón María. Pero cuando subo al colectivo, viajo con decenas de extraños, incluido el chofer.

Es que en realidad, y acá convoco la tesis de Juan Villarino, un autoespista y escritor que la época 2.0 me permitió conocer, con quien coincido totalmente. Juan expone que en el mundo existe más gente buena que mala, el único problema es que la gente mala sale en televisión y es famosa.

Ahora, nos corremos un poquito del ítem de inseguridad que tanto nos aqueja y vamos a fines más prácticos. Hoy en día el mundo sufre por la imparable contaminación, en parte generada por la cantidad de autos que circulan. En este asterisco, el compartir movilidad empieza a brillar fuerte en la lista de pendientes ecológicos.


¿Y si vamos a la bolilla de educación y sociedad?

En el 2018 el destino me mandó a unir Coronel Brandsen con Mar del Plata. En el último tramo a “La Feliz”, Jorge detuvo su Peugeot Partner en plena autopista. “Vamos. Mejor ir hablando con alguien que solo.” Jorge estaba conectando CABA con MDQ, y según me iba contando pude apreciar que la vida lo había golpeado bastante en el último tiempo.

– No puedo pagar una terapia asique salgo a la ruta. – me dijo, rellenando unos minutos de reflexión.

Ese día, junto a Jorge, llegamos a la conclusión – una de tantas-  que la vida no se trata de armar rompecabezas predeterminados, sino que cada individuo puede poner sobre la mesa las fichas que desee.

En la dulce espera

Y es que saltar de ruedas en ruedas nos viste y desviste de un sinfín de personajes. Desempeñamos papeles de psicólogos, oyentes, aprendices, educadores y hasta de embajadores de nuestro lugar.

Y hablando de lugares, parte importante en el viaje ¿qué mejor que conocerlos de la mano de locales? Con personas que, desde el segundo cero, tienen la voluntad de dar una mano. Estos guías personales, así los llamo, muestran y enseñan sobre la cultura de su mundo desde adentro.

Viajar a dedo es eso, recorrer cada kilómetro desde sus entrañas. Es un pasaje abierto a la magia.

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  1. […] Acá te dejo algo que escribí sobre el tema y acá un texto sobre Viajar y ser mujer […]

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