¿Qué hacer en Misiones? Una escapada en épocas de COVID-19
Es larga la lista de actividades para complementar la incomparable Maravilla. Acá te dejo algunas para hacer si tenes poquitos días.
Pareciera que la fascinación llega a su tope después de emocionarse frente a la Garganta del Diablo o de sentir rugir el corazón con los más de doscientos saltos que tienen las Cataratas del Iguazú. Pero les aseguro que Misiones no conoce de límites si de asombro se trata.
En este link te dejo qué necesitas para viajar a Misiones en épocas de Covid-19
Ya al ingresar a la última provincia de la Mesopotamia la belleza comienza a desbordar por la ventanilla. Imposible es memorizar todos los verdes que se pintan al lado de la ruta, jamas pensé que la esperanza tuviera tantos matices. La tierra roja, típica de estas latitudes arcillosas, contrasta radiante, parece una ilustración subreal. Y la lluvia, intermitente, puliendo cada pieza de la escena.
DE CAMINO
Continuando por la RN14, a pocos kilómetros de Aristóbulo del Valle, nos encontramos con el ingreso al Salto Encantado. Y no podía tener otro nombre, hipnotiza a primera vista con sus 64 metros de caída libre.
Como todo terreno de fantasía tiene su leyenda detrás.
Cuentan las buenas lenguas que la zona estaba habitada por dos tribus guaraní enemigas entre sí. En una jornada de cacería, la hija de uno de los caciques y el hijo del otro cruzaron miradas y se enamoraron profundamente. Los padres, furiosos y llenos de odio, iniciaron una gran batalla.
Durante la pelea, la bella Yate-í <dulce>, al ver morir a su padre, lloró y sus lágrimas al tocar el suelo se transformaron en pequeños hilos de agua. Cabure-í <pequeño búho>, el enamorado, corrió hacia ella para compartir su dolor. En ese instante cientos de flechas los abatieron. Tupá <dios de la naturaleza> hizo que de las lágrimas de la joven se formara un arroyo y con truenos y rayos se abriera la tierra, cobijando a los enamorados fallecidos.
Las aguas el arroyo cayeron y formaron el famoso salto. En memoria de sus dos hijos las tribus jamás volvieron a pelear.
La belleza del lugar es digna de semejante leyenda. Recorrerlo y sentirse parte del todo es muy sencillo. A través de varios senderos de deck se puede descubrir este parque provincial sin dificultad alguna, increíbles vistas panorámicas de la selva mientras se observa el Salto desde diferentes ángulos. Luego están los caminos de mayor dificultad, agrestes y sin barandales, el acceso a ellos va a depender de las condiciones climáticas.
El ingreso al parque cuesta $150 para residentes nacionales y $250 para el público en general. El complejo cuenta con un kiosco, baños y un restaurante de comidas típicas.
El Salto Encantado es una previa imperdible en el camino hacia Puerto Iguazú.
Y si de Saltos hablamos y más días aparecen en la agenda, anoten Salto Mócona y me cuentan qué tal. Las referencias que he escuchado y leído son una mejor que otra.
PUERTO IGUAZÚ
Seguimos por la RN14 y no puede faltar el mate con yerba misionera, claro está. Pasamos a la Ruta Provincial 20 mientras nos embelesamos con el paisaje hasta tomar la 17 y así volver a la RN12 para llegar a destino.
Puerto Iguazú es sinónimo de Cataratas y no lo voy a contradecir, es el mayor atractivo de la zona y tiene con qué ganarse el puesto. Sin embargo el pequeño poblado custodiado por el Río Iguazú y el Río Paraná tiene varios recovecos que completan ese podio.
Para empezar a inmiscuirse en la cultura guraní, un recorrido por la Selva Reserva Yryapú es el mejor plan. Ubicada a pocos metros del centro de Puerto Iguazú, las comunidades que allí habitan reciben sonrientes a los nuevos visitantes. Ita Poty, Tupã Mba’e, Jachy Porã e Yryapú, todas dispuestas a que conozcan su día a día en medio de una selva casi en pleno centro urbano.
El azar propuso a Jachy Porã que significa Luna Nueva en guaraní. Bernardo, hincha apasionado de Boca Juniors, es el encargado de dar el paseo y explicar un poco la historia, las costumbres y las dificultades de su comunidad y la Reserva.
Acompañados de algunos de sus sobrinos y los infaltables mosquitos, en pocos minutos la tupida vegetación se abre paso mientras los pequeños guías relatan que Jachy Porã está conformada por cuarenta familias organizadas en aldeas y viven allí desde 1994.
La vida en la selva transcurre en slow motion, a pesar de que la ciudad avanza rebalsando los iniciales límites. “Nos tenemos que ir aggiornando a las nuevas modalidades y contactos urbanos” reflexiona Bernardo. De igual manera, el tiempo en Yryapú usa otro reloj.
Su comunidad, como las otras tres, cuentan con un cacique, los asistentes de él y un chamán. A pesar de ser independientes, existe una simbiosis y reciprocidad entre las cuatro para hacer frente a los tópicos cotidianos.
Cada colectivo dispone de un templo, donde trabaja el chamán, y una escuela donde acuden los niños. De un tiempo para acá el esfuerzo de estos pueblos está en que los alumnos aprendan cuatro idiomas: guaraní, español, portugués e inglés. Obtener herramientas para desenvolverse fuera de la Reserva es el objetivo.
Bernardo heredó la mirada profunda de su mamá, Isidora. Hoy, la abuela de más de treinta nietos es la encargada de elaborar artesanías, siendo esta la base de su economía. Otros integrantes son autorizados a trabajar en la ciudad para aportar al sustento y crecimiento de las familias, en tanto otros son los encargados de realizar los tours al corazón de la selva.
Hace algunos años, emprendimientos hoteleros de alta categoría llegaron a la reserva y, obvio, esto no fue ajeno para las comunidades. Si bien les ha sido redituable en cuanto al caudal turístico, fue mucha la invasión a sus vidas y ambiente, modificándolos drásticamente.
Luego de las despedidas, risas y de las incontables picaduras de mosquitos, el recorrido sigue por la costanera de Puerto Iguazú. Una caminata de dos kilómetros que nos llevará hasta un lugar clave de la ciudad, el Hito Tres Fronteras. Como su nombre lo indica desde esta esquina terrestre se pueden observar los dos países vecinos y, lo más alucinante, la unión del Río Iguazu, frontera con Brasil, con el Paraná, límite con Paraguay. El color amarronado del Iguazú, salpicando el azul petróleo del Paraná pareciera dibujado con un pincel a mano alzada.
La siguiente jornada se torna mucho más educativa cuando Alfredo da la bienvenida a La Casa de las Botellas.
Estar en medio de la naturaleza permite comprender lo importante que es impactar lo menos en ella y el proyecto de La Casa de las Botellas es el indicado para empaparse del tema.
Alfredo es un pionero en esta nueva forma de construcción que comenzó en medio de la gran crisis económica de Argentina. Transcurría el año 2001 y su familia, como tantas otras, cayó en la pobreza extrema, obligándolo a buscar en la basura algo que vender para poder comer.
Por el capricho de su hija de 3 años en tener una casita de árbol, se le ocurrió fabricarla de material reciclado. Tras varias pruebas y fracasos logró terminarla. Con el pasar del tiempo fue mejorando e incorporó envases de tetrapack y otros elementos, obteniendo una construcción firme y segura.
Para Alfredo y ahora también para quien escribe, es perfecta para sustituir los precarios y peligrosos hogares de cartón, chapa y bolsas de nylon que suelen levantarse en las periferias de las ciudades.
Ya de regreso a casa el paso es por Posadas. La reluciente capital invita a disfrutar unos mates en la costanera, hacer unas compras en alguna de las tantas ferias y contemplar el puente internacional sobre el Paraná mientras Paraguay custodia desde atrás.
Sinceramente Misiones merece más de cinco días e incontables hojas para hacerle honor después, esta es una pequeña guía para comenzar la visita o si se tienen pocos días. Recordemos que un día se lo regalamos a las Cataratas del Iguazú. Acá les dejo un link hacia una Guía para visitar las Cataratas del Iguazú
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